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Las esculturas de Frutos María en L’Albir, con el apoyo del escritor y periodista Vicente Verdú

Las esculturas de Frutos María en L’Albir, con el apoyo del escritor y periodista Vicente Verdú

Las esculturas de Frutos María en L’Albir, con el apoyo del escritor y periodista Vicente Verdú

El artista afincado en Alicante Frutos María (Hontoria de Valdearados, Burgos, 1959) exhibe en la Fundación Frax de la playa de L'Albir, en el término de l'Alfàs del Pi, una selección de sus esculturas en hierro, obras única de su colección particular. La muestra La eclosión de la forma se inaugura este viernes a las 11 horas. Frutos María empezó trabajando en los negocios de la compra-venta de coches hasta que se introdujo en el mundo del arte a mediados de los años 80 en Alicante, con la colaboración del pintor y arquitecto Juan Guardiola. Desde entonces, compagina su actividad como empresario con su dedicación al arte. La exposición se exhibe hasta el 1 de diciembre, y con motivo de la misma, el escritor y periodista Vicente Verdú, ha redactado el siguiente texto sobre la obra y el arte de Frutos María: "Los términos arte y artificio se parecen. Y, sin embargo, son opuestos como el arcángel y su lucifer. En nada se corresponde la segunda acepción con la primera puesto que a un arte cabal se le opone pronto, y hasta tentadoramente, la venenosa tentación de lo ficticio. En todo ello, sin embargo, el arte con oficio (la escultura como máquina herramienta) representa la cima más sincera. De hecho la maestría industrial en la que se formó Frutos es la maestría de la escultura erigida en herramienta estética. Es fácil pensar y más que corriente divulgarlo que cualquier obra artística llega desde un mundo de ficción (del novelista, del músico, del pintor) pero viene a ser todo lo contrario. Cuando el artista siente el empuje real de una obra el resultado no es artificial sino tan genuino como un órgano y a su vez tan intenso como un trozo natural del mundo. Esta sencilla consideración vale para distinguir lo verdadero de lo falso. Lo bello de lo grotesco. Lo sano de lo enfermo. El original de la copia. Porque también, y en abundancia, existen múltiples enfermedades en el mundo (o el hospital) artístico, desde la insufrible contaminación del plagio hasta la histriónica y enfebrecida pretensión de hacer, a la fuerza, algo importante. El arte es arte como el fruto sazonado de un fruto. Como Frutos María hace con sus esculturas de hierro o de madera. ¿Qué impulsó el ser de esas obras? La mera necesidad de existir. La necesidad de existir ellas y su autor convertido en taumaturgo, Puede que alguno de sus ejemplares se halle preconcebido y calculado pero todas son hijas de un alumbramiento natural que obedeció al interior de su proceso. Para las artes plásticas se necesita, como para cualquier otro arte, un punto de imaginación pero un doble punto de quehacer físico. Ojalá todos los llamados artistas fueran antes artesanos. Y, probablemente, no hay sino artesanía-artística en el fondo de toda obra con capacidad de comunicación. En la escultura las manos hablan con espesura y dan mucho que pensar, tal como en los discursos de gentes sus gesticulaciones dan cuenta de su personalidad y su alarde completo da noticia de su catadura. Pueden fiarse, en este caso de Frutos María. Nunca da gato por liebre ni puntada sin hilo. No hay en sus manos los jeribeques del prestidigitador sino los movimientos precisos de su cuerpo y de su idea. Son esculturas que nos ponen en relación con la arquitectura (“la música congelada”) y que en todos los casos provocan un acontecimiento que no existió antemano. Porque esta es la esencia del arte: hacer presente en el mundo sucesos/objetos que advienen a la realidad preexistente y son tan reales como ella. No se ve en la exposición de Frutos nada que se parezca a las venenosas “flores del mal”. Todo son productos del bien y componen en su conjunto una cosecha para aumentar el placer del mundo y aprovecharse de su degustación".

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