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“La forma por la forma”

“La forma por la forma”

“La forma por la forma”

LA SANIDAD Y LA BELLEZA

Vicente Verdú pintando y Frutos María esculpiendo ofrecen en esta exposición  que hemos titulado “La forma por la forma” el desnudo de la dialéctica que se establece en el proceso de creación posmoderno. No hay aquí original del que  copiar, ni hay idea previa de la que deducir nada.  La obra se genera en colaboración con el artista y bajo la única vigilancia de la estética, el equilibrio y la arbitrariedad de la belleza. Aunque también se crea –y esto es importante- desde el amor a la sorpresa.

Una obra original es algo más que una obra de un autor. Original es la denominación exacta de su autónoma naturaleza. La obra surge y crece, se desarrolla y se desdice, se ama y se odia en un  cortejo sucesivo con el  artista. Efectivamente el artista vigila, corrige o se encarga de orientar la obra pero lo decisivo del viaje creador no se halla exclusivamente en manos del artista. La inteligencia del que opera sobre el lienzo o sobre el hierro se cruza con la inteligencia de la obra que nace. Y esta tesitura, repetida en el estudio, es la responsable de la imprevista resolución final.

No sólo piensa el artista en silencio sobre lo que ve surgir. La misma  obra habla poderosamente dentro de sus cabales  posibles.    ¿Ejecutor? A veces el llamado artista es literalmente un asesino de aquello que  pudo ser, y otras se manifiesta como un bendito demiurgo que obtiene tanto del vacío del lienzo como del vacío del espacio una expresión objetuada.  Un nuevo objeto que se incorpora inesperadamente al mundo gracias al trabajo del obrero/artista.

Tanto Frutos María como Vicente Verdú son, con toda probabilidad, los primeros sorprendidos de obtener  con sus tejemanejes una obra de arte. ¿Por qué? Pues porque el artista, como el lampista, son meros y modestos intermediarios. No arreglan el mundo para siempre. Sólo alcanzan con su intervención que brote aquello que antes no estaba. Y para bien del mundo o para procurar sencillamente un bienestar (complicado) que ni la misma Sanidad Universal habría soñado. Aunque esto, claro está, en el caso de que la belleza se considere un sueño.

Así introduce el propio Vicente Verdú esta exposición a dos, un binomio perfecto que, tomando la forma como principal protagonista, se nos muestra de maneras casi antagónicas, la pintura explosiva y expresiva de Verdú y la escultura potente y sólida de Frutos María.

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